
Por Martin Barros Choles
La justicia, proviene del latín (iustitia relativa a derecho). Es el conjunto de valores esenciales, tales como: ético, moral, respeto, equidad, libertad e igualdad; soportadas en normas reguladoras, adecuadas al estado de derecho, para juzgamiento y garantías, de bienestar común, dándole a cada uno le corresponda, en armonía al marco legal, relacionado con personas e instituciones, sobre acciones específicas.

La justicia se simboliza con una balanza, sostenida por una persona, con la vista cubierta, previniendo parcialidad, a favor de algunas de las partes, en disputas. De ahí que esta debe ser ciega, sorda y muda. Sin embargo en nuestro tiempo actualizado, el termino de justicia, está pisoteados y desarticulado, por la corrupción institucional, que la desdibuja, con inmoralidad y morosidad, degenerándola, por quienes tienen a su cargo la responsabilidad de administrarla, con honestidad y pulcritud. Cuando se pierde la confianza y la fe en la justicia, fluyen dudas, desconcierto e incertidumbres.
La verdad en justicia es la prueba razonable e irrefutable, para decidir diferencias, en: conflictos, disputas y juicios. La solidé de la verdad, brilla con luz propia, aun cuándo, traten de ocultarla y desaparecerla, en momentos menos esperado, sale a flote, asombrando el ambiente, sacudiendo y espantando a personas, por mentiras y maniobras engañosa, generadoras de circunstancias funestas. La conciencia acosas y mortifica, a quienes quieren mantener sepultada la verdad, aunque finjan lo contrario, manipulando y amenazando. La verdad, es una “pelusita” que intranquiliza, a quienes la niegan y disfrazan. Por eso no es bueno, causar daños e irrespetar, a nuestros semejantes. Cuando por intención y error, faltamos a la verdad, lo mejor es aceptarla, independiente de consecuencias que originen, sanciones y penalidades. Si actuamos bien, no tenemos, por que temer, ni sufrir acoso paranoico. Igual si reconocemos la falta y pedimos perdón, dormimos sin insomnios. Desconocer la verdad, martiriza, ofusca y enoja; descomponiendo el humor, de quienes rechacen y esquiven, asuntos o temas relacionados, con verdades ocultas, ya que temprano o tarde florecen a luz pública, bandeando a los actores responsables, que se obstinan radicalmente a negarla, pretendiendo validar mentiras, con desinformaciones o verdades a media. La verdad duele, cuando conscientemente no resistimos a inaceptarla, no obstante se sustente con pruebas certeras. La contra del embustero, decirle la verdad.
La corrupción prostituyó y corrompió el sistema judicial, donde la verdad, mas de las veces termina aniquilada, por los intereses retributivos y tráfico, de transacciones económicas, cuya autoridad de mala fe, desfavorecen la razón de la verdad, transformándola en practicas perversa y repudiables, que rayan y repelan, con la ética y moral. Si a Jesucristo, lo torturaron y asesinaron, por la verdad, ese mal ejemplo ha continuado perdurando, en el sistema social y judicial viviente, donde se amenaza o asesinan a quienes testimonian y confiesan, verdades, que incomodan, delatan y sindican. Las instituciones de justicias deben operar de manera trasparente, sujetado a esclarecer lo necesario y pertinente, para disuadir las dudas.
En Colombia, la verdad y reparación enredan una serie de hechos oscuros, que no dejan prosperar el transito y cursos de investigaciones, relacionadas con crimines impunes, ejecutados por agentes de estado, en ejercicio de funciones públicas. Ejemplo patético, la verdad sobre falsos positivos, donde se pagaban comisiones con fondo públicos, a individuos reclutadores, de personas desempleadas, en distintos lugares del territorio nacional, engañadas con ofrecimiento de trabajo, lo que resultaba totalmente falso. Era una trampa, para asesinarlo y mostrarlo, como guerrilleros N. N, dados de bajas en combates inexistentes. Lo peor de todo, exigían cuotas de bajas a batallones, en hechos malvados, estimulando y motivando, asesinatos y crimines de lesa humanidad, con pagos internos, ascensos a oficiales y suboficiales. A los soldados que le ordenaban matar, les concedían largos permisos remunerados. El gobierno de aquel entonces debe responder por conducta, omisiva y cómplice, en un terrorismo de estados, comprobados con confesiones de implicados, que se acogieron a rebajas de penas, aceptando cargos y echando al agua, a sus inmediatos superiores. La JEP, justicia transitoria, quieren volverla triza, pero esta, escrudiña para llegar a la verdad, sobre falsos positivos, con saldo de más de seis mil muertos, durante el gobierno de Seguridad Democrática.